Miró entusiasmada al hombre que le había dado un beso y se había sentado a su lado, como cada mañana, como cada mediodía, como cada noche. Él, su marido, junto a sus tres retoños eran las personas que más feliz hacían a Elvira. Ahora mismo, él había servido la comida. Sus hijos estaban impacientes por gozar toda la comida que su madre les había preparado con ilusión.
-Cariño,-empezó a decir su marido- si no te importa hoy quiero llevarte a un sitio muy estupendo con los niños, ¿verdad?
-¡¡Síiii!!-comenzaron a decir el trío.
-¿Cariño?, ¿Elvira?. ¡¿Qué pasa?!.-Enmudeció rápidamente y sus ojos enfocaron a la televisión que tenían en frente. Vio a una mujer, no pasaba de la edad de ellos, estaba muerta. Le resultaba conocida la cara, temía acertar pero no le quedaba otro nombre que...
-Stefani
Su voz se cortó por el nudo que le estaba empezando a crecer en su garganta
